En Lisboa había comerciantes y vendedores ambulantes, pero, por desgracia, muchas de las profesiones de antaño se han extinguido. Recordemos a los que más echamos de menos:
Policía de señales
La principal tarea del policía de señales era regular el tráfico en la ciudad y su presencia en los cruces atraía mucho afecto de los transeúntes.
Eran figuras respetadas en la vida lisboeta y la verdad es que, aunque hayan sido sustituidos por semáforos, hacían el tráfico mucho más humano.
Ardina
Las ardinas eran los vendedores de periódicos que vendían sus mercancías en las calles, anunciando las primeras noticias del día.
En ausencia de los ya recurrentes quioscos y papelerías, vendían periódicos por las calles de la ciudad y eran uno de los vendedores ambulantes más frecuentes de Lisboa.
Aguador
En el siglo XIX y principios del XX, los aguadores eran una de las figuras más típicas de Lisboa. Recogían agua de las diversas fuentes de la ciudad, que luego distribuían en barriles a quien lo deseara, mientras hacían publicidad.
Con la popularización del agua corriente, la profesión desapareció.
Lavanderas
Las lavanderas solían venir de las afueras de Lisboa y, en la ciudad, recogían la ropa para lavar, que luego traían de vuelta, normalmente en un fardo sobre la cabeza.
Lavaban la ropa en cisternas, lavaderos o en el río; en Lisboa, había decenas de lavaderos públicos, aptos para lavar la ropa a mano fuera de casa – algunos todavía existen.
Vendedor ambulante
Antiguamente, Lisboa era un territorio donde abundaban los vendedores ambulantes, y eran muchos, de diversas zonas. En las calles, era normal encontrar vendedores ambulantes de encajes, helados, leche y chucherías.
También era habitual encontrar vendedores especializados en moda masculina, vendiendo exclusivamente corbatas y sombreros.
Greaser
De todas las profesiones, ésta debe ser la única que aún tiene alguna representación en la ciudad. Con la misión de hacer brillar los zapatos, los lustrabotas eran una profesión muy popular debido a la gran demanda: no había hombre que no quisiera tener sus zapatos «lustrados».
Hoy en día son más difíciles de encontrar, pero siguen existiendo… esperemos que para siempre.
Revisor
Antes de la validación electrónica de los billetes, esta tarea era responsabilidad de los revisores de tranvías y autobuses. Se les conocía cariñosamente como «picas » y los músicos António Zambujo y Miguel Araújo les rindieron homenaje en la canción «Pica do 7».
Llevaban una «bandolera » para transportar el dinero de los billetes y también disponían de un instrumento metálico llamado «obliterador», que servía para «pinchar» los billetes y así validarlos.